Había una señora como una de tantas que existen hoy en día, que le gustaba
Cuando la señora vio lo sola que estaba y con el arrepentimiento de haber tratado tan mal a sus hijos decidió hablar con el padre de la iglesia y como era grave lo que le hizo a sus hijos y el padre al saber con la crueldad que los trataba le dijo que la única manera para poder obtener el perdón de Dios era viajando a Roma.
Pero como la señora no contaba con una buena economía el padrecito la puso a pedir limosna fuera de la iglesia pero su penitencia era que ella sólo podía recibir monedas de cinco pesos, la mayoría se admiraba de que sólo quería esas monedas y por eso la llamaron «la señora del cinco».
Como era mucho lo que tenía que juntar y la señora ya estaba viejita, después de unos años falleció antes de poder juntar lo que necesitaba para viajar. Tiempo después de su muerte cuenta la leyenda que una mujer que caminaba fuera de la iglesia donde la viejita pedía limosna, se encontró con una señora humilde con un velo en la cabeza que le cubría el rostro, y le decía que sí no le regalaba un «cinco», la señora busco y sólo hayo una moneda de diez y se la dio diciendo que no traía más, entonces la viejita se quitó el velo y era la cara de una calavera que le decía que no, que ella quería un cinco solamente y que la maldecía por siempre por no habérselo dado.
Mucha gente contaba que había visto a la humilde mujer que los maldecía sí no le daban un cinco, y después les ocurría una tragedia. Desde entonces la gente acostumbra a llevar consigo una moneda de cinco pesos por sí se les aparece de nuevo y así evitar que los maldiga o les ocurra también una tragedia.