Esta leyenda mexicana tiene un poco de controversia porque en realidad nadie sabe con certeza lo que pasó, solo el padre Ernesto y este lo llevó a su tumba. Era un día cualquiera en la iglesia del padre, solo que esperaba visitas y este se levantó muy temprano para arreglar el cuarto de los huéspedes.
Todo estaba perfecto y se desocupó unos minutos antes de las 5 de la tarde, justo cuando llegaba la anhelada visita. Cuando estos llegaron, él se dio cuenta de que llevaron a un miembro más de la visita sin haberle notificado antes por lo que él no lo esperaba y le cedió a este huésped su propia habitación para que durmiera.
Cuando llegó la hora de dormir en la noche, el padre lo que hizo es que tomó dos cobijas y se fue a dormir al cuarto del campanario de la iglesia, allí fue donde ocurrió el enigma de nuestro cuento.
Cuando transcurrió la media noche en el reloj del campanario y el padre Ernesto como de costumbre ya estaba dormido; se escucharon unos gritos tan espantosos del padre que inmediatamente despertaron a los invitados y es cuando vieron al padre a las afuera del jardín del monasterio, pálido con su mandíbula templando del miedo sin poder casi ni pronunciar una palabra, incluso sus cabellos se tornaron blancos del susto, solo se le podía entender a duras penas “¡cierren el campanario!”.
Todos estaban desconcertados por lo sucedido pero aún así el padre nunca habló más allá de estas palabras, por lo que ni siquiera los comensales conocieron a fondo lo acontecido esa tétrica noche.
A la mañana siguiente, el padre Ernesto actuó de forma normal solo repitiendo dichas palabras y todo el mundo le hizo caso ya que fue considerado desde entonces un campanario maldito. Así que si de casualidad te encuentras en una de las ciudades o pueblos de México y nunca escuchas el campanario a la hora de la misa, es porque te encuentras en la ciudad donde el padre Ernesto casi pierde su vida de un susto.