La daga de plata

En un arranque de juventud y aventura, 4 jóvenes en el estado de Puebla, decidieron internarse en un cementerio de la localidad, justo a la media noche, hora de ánimas y espíritus. Además, por si no encontraban algo, decidieron hacerlo un dos de noviembre, en el cual se celebra el día de muertos

El héroe de esta ocasión, se llamaba Joaquín. Ese día en horas tempranas, un señor de avanzada edad les comentaba que su plan no era original, pues él mismo lo había hecho en su juventud  para aquella ocasión, sólo pudo salir con vida uno.

Como reto, les planteó buscar una tumba de madera, la única con esa característica y clavar una daga que les proveería el mismo anciano. A cambio, un premio sorpresa por la valentía a quien lo hiciera.

Aceptado el reto, llegaron a la noche indicada y fueron al lugar, en busca de emoción que cada vez era más aterradora, con una brisa endemoniada, temperaturas baja y una oscuridad cada vez más densa, tenebrosa y lúgubre.

La daga de plataEn el cementerio, Joaquín tomó la voz de mando ante la cobardía de sus tres acompañantes, se guardó la daga y acomodo su bufanda. Ya no veía nada, no distinguía su ubicación pero sí pudo encontrar la tumba, en la que sin pensarlo clavó la daga de un golpe.

Pero de pronto, algo lo detuvo por el cuello, no podía avanzar y el miedo se apoderaba de aquel muchacho que ya sin fuerzas, se dejó caer.

Al día siguiente, la tumba estaba acompañada de la daga y el cuerpo sin vida de Joaquín, que con un infarto por el susto, cayó desplomado. Lo que lo sujetó por su cuello, lo que lo llenó de miedo y causó el ataque cardíaco, no fue más que la misma daga, que entre el apuro clavó también la bufanda, dejando su cuello atrapado y a Joaquín, sin vida.

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