Enormes y poderosos seres cuyo objetivo es custodiar aquello que para la mayoría está prohibido; su entrega y ferocidad han hecho leyenda. Por Sarai J. Rangel.
En Japón las leyendas hablan de la existencia de los inugami (deidades perro), los cules se convierten en los guardianes e quien les invoca. Eran usados por gente que guardaban un enorme rencor y deseaba vengarse. Para ello se sacrificaba al animal, enterrándolos en arena hasta el cuello. Una vez que el can moría de hambre se el cercenaba la cabeza para liberar su espíritu, y una parte de él se utilizaba como amuleto. Su invocador tendría entonces una vida tranquila y afortunada, pero a cambio no podría entablar relaciones con humanos y sufriría por ello.
Así, varios son los monstruos destinados a resguardar los secretos y tesoros de sus amigos bien a cumplir por ellos su venganza. La figura que resalta es la del perro, el guardián por excelencia de los hogares, al que, como ya hemos visto, se le pueden conferir capacidades sobrenaturales para llevar a cabo su labor. 
Esto se debe principalmente a que su comportamiento es lo que se espera que cualquier bestia celador representa, es decir, la obediencia absoluta hacia su señor y la implacable fiereza para defenderle. Por ello en diversas mitologías es el prototipo del perfecto guardián, un obstáculo infranqueable para cualquiera que desee husmear donde no se debe o no sea digno de conocer algún secreto.